Hoy me he levantado tarde, a las 5:00 de la mañana. Si, tarde, teniendo en cuenta que mi hora habitual para estampar el despertador contra la pared es a las 4:00 de la madrugada, si, un poco tarde. Me da un poco igual, estoy cansado.
Abro la ventana de par en par para contemplar el cielo raso, inmenso y repleto de estrellas. La luna se esconde detrás de unas nubes blancas y algodonadas. Rompo un trozo de algodón y me lo llevo a la boca, no es dulce, mas bien sabe a higadillos encebollados.
Un despertador está sonando... lejos...
Abro los ojos sorprendido. Mis manos están rebuscando inconscientemente en el cubo de basura. Una compresa de noche usada, mordisqueada y envuelta en papel higiénico descansa sobre unas cajas de pizzas congeladas, latas de cerveza vacías de marca blanca casi transparente y el paraguas destrozado por la tormenta de ayer.
Involuntariamente echo la pota encima de la basura.
¡Menos mal que no salpique nada! - pienso.
La vida es una mierda, - mascullo entre dientes.
Me fijo en la ventana, está cerrada.
El bip, bip, bip del despertado me está volviendo loco.
Le apago de un tortazo, me visto corriendo y salgo volando de casa.
Llueve a cantaros.
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Nubes de algodón |