jueves, 24 de octubre de 2024

No hay escapatoria...

 El viento aullaba al otro lado de las ventanas, pero dentro de la casa todo era silencio. Un silencio denso, casi asfixiante. Marta se sentó en el sofá, la luz tenue de la lámpara proyectaba sombras que parecían moverse por sí solas. Había estado sintiendo esa inquietante sensación desde hacía días. Algo invisible, algo intangible, parecía acechar desde las esquinas, siempre al borde de su percepción.

Tomó un sorbo de infusión de tila, pero no le calmó los nervios. Su mente estaba revuelta, atrapada en una espiral de pensamientos oscuros que no podía controlar. Se sentía vacía, como si algo dentro de ella hubiera comenzado a desvanecerse sin que se diera cuenta. Miró su reflejo en el cristal de la ventana y, por un momento, le pareció ver otra figura tras ella. Se giró bruscamente, pero no había nadie. Solo su propia respiración agitada llenando el espacio.

“No hay escapatoria”, murmuró, como si esas palabras hubieran surgido de algún rincón olvidado de su mente. Una frase que se repetía constantemente, susurrada por una voz que no era la suya.

La sensación de que algo la observaba se hizo más intensa. Se levantó de golpe, como queriendo huir de una presencia invisible. Corrió hacia el espejo del vestíbulo y, con la respiración entrecortada, lo miró fijamente. Allí estaba otra vez. La sombra detrás de ella. Pero esta vez no desapareció. Se quedó, inmóvil, observándola. Era una figura vaga, una silueta que se desdibujaba en la penumbra, como si estuviera hecha de humo.

Marta dio un paso hacia atrás, con el terror apretándole el pecho. El ser detrás del reflejo la imitó, moviéndose con ella. Entonces lo entendió. Ese espectro que la seguía, que la observaba desde las sombras, no era otra cosa que ella misma.

Pero no era la Marta que veía en el espejo cada mañana. No, era algo más oscuro. Una versión de sí misma que había crecido en las sombras, alimentándose de sus propios miedos y egoísmos. Era la suma de cada pensamiento mezquino, cada acto de crueldad que había cometido sin remordimientos. Un vampiro moderno, una criatura insaciable que había devorado todo lo bueno que quedaba en su interior.

Marta cayó de rodillas, las lágrimas resbalaban por su rostro. Ahora lo entendía. Vivía atrapada en una prisión que ella misma había construido, con barrotes formados por sus propias pestañas, cegada por su vanidad y su creencia de que era mejor que los demás. Había buscado siempre alimentar su ego, sin importarle el daño que causaba a otros. Y ahora, su esencia se deslizaba lentamente por el desagüe del tiempo, desvaneciéndose en la nada, mientras esa otra Marta —esa sombra, ese fantasma— la reemplazaba.

Los fantasmas que creía ver detrás de las cortinas, los monstruos que la acechaban en la oscuridad, siempre habían sido su propio reflejo. Ahora lo veía claro. Pero ya era demasiado tarde.

La sombra detrás de ella sonrió, una sonrisa vacía y cruel. Marta, la verdadera Marta, había desaparecido.




4 comentarios:

  1. Un relato que te va atrapando en lo más oscuro del ser humano el yo más profundo que sale a la luz en momentos donde nos encontramos débiles y deprimidos.
    Eso yo hay que sacarlo de nuestro alma antes que después.
    Un abrazo , feliz día.

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    1. Si, hay que sacarlo porque si no te atrapa y nunca mas podras escapar.
      Gracias por tu visita.
      Un abrazo.

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  2. Bueno, me ha encantado, esta manera de crear relatos es fenomenal. la frase: "Vivía atrapada en una prisión que ella misma había construido, con barrotes formados por sus propias pestañas" es de lo mejor que he leído en mucho tiempo. Enhorabuena maestro. Un abrazo

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    1. Amigo José Antonio, como estoy de baja, tengo un poco más de tiempo. Pues fijate que es una frase de mi pagina de frases y que he convertido en relato.
      Gracias por asomarte.
      Un abrazo.

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