"Las extrañas e inquietantes experiencias de Pompilio"
-Hola Antonia. ¿Qué
tal?
-Bien hijo, tirando
que no es poco.
-Mira a ver si hay
algo.
-…No hay nada, lo
siento.
-A volver a echarlo
entonces.
-Son…8 euros.
-Toma. Venga,
gracias. Hasta luego.
-Suerte. Adiós.
Todos los martes la
misma rutina, la misma administración, la misma corta e insípida
conversación y la misma desilusión, lo único que variaba era la
hora. Llevaba años jugando los mismos números, pagando la misma
cantidad de dinero, más un euro de propina para Cándido, un sin
techo, bastante mayor, que solía sentarse en una silla, en la equina
del local deseando a todo el que entraba o salía, buena suerte. Era
un buen sitio para pedir, aunque él hombre no lo hiciese nunca,
principalmente porque no le hacía falta, casi todos los días algún
afortunado, indiferentemente de lo que ganaba le entregaba algo de
propina. Hasta los más desgraciados, los que llevaban meses sin ver
siquiera un pobre reintegro, le dejaban algún dinerillo por si les
traía suerte. A Pompilio le pasaba lo mismo, aunque apenas llegaba
al fin de mes con lo que cobraba de paro, el presupuesto de una
semana para la lotería más el euro adicional no se vieron
alterados. La mayoría de las veces se quedaba un rato para hablar
con Cándido, que tenia la cualidad poco usual de saber escuchar y de
saber decir las palabras que uno esperaba y necesitaba oír. Nadie
sabía con exactitud cómo ese hombre mayor, culto y sobre todo
sobrio había llegado en esa deplorable situación. No sabían porque
les importaba un pepino, contribuir con una moneda de vez en cuando
era más que suficiente para poder sentirse en paz con sus benéficas
almas. Pero no para Pompilio, su inquieto carácter siempre buscaba
la satisfacción en lo extraño, donde todos veía normalidad él
buscaba el misterio, por donde todos pasaban mirando al frente él
indagaba entre las huellas. Cándido había aparecido en esa esquina
justo unos días antes del divorcio de Pompilio. Al principio eran
solo saludos, luego los saludos se vieron acompañados de dos o tres
palabras, hasta que al final llegaron a contarse uno a otro sus
penas, algún que otro chisme y finalmente sus vidas. Pero ese
martes la rutina se vio alterada. La silla de la esquina faltaba
igual que su dueño. Al salir de la administración y mientras
intentaba tranquilizar a su amigo can, que saltaba denunciando a
ladridos su breve ausencia, Pompilio miró contrariado el sitio vacío
con la extraña sensación de que allí faltaba algo, como si alguien
hubiera cambiado de lugar algún mueble que llevaba en el mismo sitio
más de 3 años. Abrió la palma de su mano y contempló el euro que
tenía preparado para entregárselo a su… Se lo pensó unos
segundos, no estaba seguro de cómo calificar a Cándido. ¿Era solo
un conocido con el que hablaba porque no tenía nada mejor que hacer
o era un amigo que hasta ese mismo instante no sabía que tenía? Una
persona que estaba dispuesta a escuchar todas las chorradas de la
vida de otro, aconsejarle y alentarle siempre con palabras apropiadas
por solo una triste moneda a la semana era definitivamente un amigo.
Pompilio cerró el puño y se lo llevó al bolsillo del pantalón
dejando que la moneda se escurriera dentro, miró otra vez el
desierto de la esquina y preocupado se encaminó hacia su casa. Al
día siguiente y luego al próximo las veces que sacaba al chucho a
pasear volvía a pasar por delante de la tienda pero Cándido
continuaba sin aparecer. Pompilio preguntó si sabían algo sobre su
amigo a la dueña de la administración y a Puri, su vecina cotilla,
pero las dos le contestaron de la misma manera, frunciendo los labios
y levantando los hombros. Nadie sabía nada sobre el paradero de
Cándido.
El viernes por la
mañana justo cuando se disponía a salir con su fiel amigo a pasear,
el timbre de su piso sonó inesperadamente. Cerró la puerta de paso
al salón, delante de las narices de Belle, que no paraba de ladrar
sobreexcitado y abrió la puerta. Un repartidor de correo urgente le
entregó un gran sobre amarillo por el que firmo con bastante recelo
y solo después de ver el nombre del remitente. Cerró la puerta y
con el sobre en las manos pasó al salón y se sentó en el sofá
mirando asombrado el nombre del expedidor: Cándido Medina Alor.
Abrió frenéticamente el sobre con el hocico investigante del perro
de por medio. Dos fajos de billetes de 500 euros y una nota se
materializaron bajo su incrédula mirada entre las trizas de papel
amarillo. Contempló los billetes con ojos desorbitados y luego la
nota que seguidamente empezó a leer.
“Querido amigo.
Solo quería que supieras que estoy bien y de camino a las islas
Seychelles, un viejo sueño mío. En todos estos años cada semana,
aparte de tu grata compañía me entregabas un euro, cosa que he
apreciado siempre pero dada nuestra amistad me parecía fuera de
lugar. Para evitar posibles malentendidos decidí no decirte nada e
invertir ese eurillo en una apuesta semanal en La Primitiva. La
semana pasada el gran bote fue a parar en los números que me había
expendido la maquina. Desde el día que aparecí en esa esquina me
has entregado un 0,5 % de tu ganancia mensual indiferentemente de tu
situación. Aquí tienes 50.000 euros, son el 0,5 % del boleto
ganador, es mi regalo para ti para que puedas abrir esa Cookielandia
con la que sueñas. No sé cuando volveré pero espero seguir
contando con tu amistad cuando lo haga. Un abrazo amigo.”
Es fabuloso, Pompilio sí tiene un amigo! sorpresas te da la vida... esta buena historia me hizo recordar a una pelicula antigua, se llama "Que Dios se lo pague".
ResponderEliminarUn beso y un abrazo.
amigo sheol, la vida tiene esas facetas, cuando vamos de heroes a ver si ganamos, nos olvidamos que la suerte es eso suerte y que no es cosa de gastar mucho todos los dias si no que es de tener ese dia de luz y acertar, buena historia, aunque seguro que en algun lugar sera real como la vida misma.
ResponderEliminarun abrazo amigo de este condor volador y se feliz.
Yo ya quiero saber que es lo que hace con ese dinero, espero lo sepa invertir para poner un buen negocio :D
ResponderEliminarMuchos saludos y nos estamos leyendo ;)
No sé si en la realidad pasan cosas así; pero deberían pasar...
ResponderEliminarMe ha encantado leerte, haces los escritos muy atractivos.
Un beso
Hola Sheol. Felicitarte por esta hermosa historia. He quedado gratamente sorprendida y emocionada al leerla.
ResponderEliminarTe dejo una alfombra roja a tu talento.
La "Amistad" es un don maravilloso y contar con amigos como Cándido es genial.
Abrazos!
Parece que la suerte le empieza a sonreír a Pompilio!!!! Qué majo, Cándido... Estas historias tendrían que suceder a diario. Un besote!!!
ResponderEliminarMoraleja: A la suerte hay que darle siempre un empujoncito..
ResponderEliminarSer buena gente es gratis y, en ocasiones, te depara agradables sorpresesas.
;)
Buen finde Sheol13
¡Hola Sheol! preciosa historia sobre la trascendencia, a veces infravalorada, de la amistad. Que bellísimo epílogo con esa glosa final que narra la historia de una bella amistad. En este caso el dinero es fuente de unión y armonia, y no dispustas, desgracias y tensiones. Me ha gustado, gracias por tu largo recorrido junto a mi lado, leyéndome y yo leyéndote a ti. Un abrazo
ResponderEliminarLa suerte llega así, sin pensarla y sin contar con ella. La contribución desinteresada de Pompilio logró que Cándido viajara y aprendiera a vivir de otra forma... parece un sueño muy real, no crees?? sería posible que esto le ocurriera a alguien? puede que sí...
ResponderEliminarun abrazo escritor :))
Muy dulce historia la amistad ve más allá de todo. Un beso y te me cuidas
ResponderEliminarPrecioso relato mi querido Sebas, muy humano, sensible y aleccionador.
ResponderEliminarLa vida es una escuela de amor, aunque tengamos que pasar por contrariedades que nos roben la vida los poderosos, siempre habrá buena gente que aprecie la bella amistad.
Gracias.
Te dejo mil besos de ternura
Sor.Cecilia
Bellisima historia ...
ResponderEliminarGracias por estar Sheol.
Mil besitos y perdona por mi ausenzia.
Me encantó, como siempre, amigo!
ResponderEliminarUn placer saludarlo desde mis mareas azules...
Creo que estas cosas podrìan pasar en la realidad.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Me ha encantado tu relato, y es que los buenos amigos siempre están cerca para ayudar.
ResponderEliminarUn beso.