sábado, 8 de mayo de 2010

Pequeños y olvidados placeres de la vida


Que pena que el estrés, el agobio y la ansiedad del día a día han podido apoderarse de nuestras almas con tanto aferro, dejándonos inmunes y ciegos ante los maravillosos pequeños placeres de la vida. Esas cositas que hoy nos parecen banales han hecho a otros, años atrás que pinten un cuadro(Shumeyko Anton - Al cielo raso), que escriban un poema(Bajo Este Cielo Azul - José Domingo Gómez Rojas), un libro( CIELO AZUL - TSCHINAG GALSAN)o simplemente exponiendo esas cosita, declarar su amor.Azul. ¿Que os invoca el color azul? Yo creo que todos estamos de acuerdo que el azul siempre está relacionado con el cielo. Las razones científicas han coseguido hacernos olvidar que el cielo formaba parte de nosotros, formaba parte de nuestro lado más romántico que por desgracia ahora va vagando solo por las sendas más oscuras del olvido. Vamos a dejar el cielo tal y como estaba hace cientos de años : una inmensidad azul que rodea nuestro planeta. Una inmensidad que en este mismo instante, millones de ojos lo miran a la vez y de esos millones de ojos solo pueden apreciar su inmensa belleza, dos, los mios. Entonces casi sin querer como hipnotizado del color más hipnotizante del mundo me acuesto boca arriba sobre la hierba todavía húmeda de las lagrimas tímidas de un triste amanecer. Sin poder apartar la vista, contemplo el enorme océano repleto de pequeñas isletas blancas. A lo lejos observo dos fragatas acercándose y que intentan esquivar las isletas blancas. Sin mucho éxito veo como primero una, luego la otra, se van estrellado con las isletas y desaparecen dejándose absorber por las mismas. Poco a poco se van juntando las isletas y en un cerrar y abrir de ojos el océano que antes contemplaba se transforma en un infinito campo azul, repleto de ovejitas blancas una al lado de la otra, custodiadas por un gigante y blanco pastor.

 Se alejan despacito buscando hacia noroeste un sitio mejor para pastar. Mis ojos se giran involuntariamente hacia la derecha como atraídas por un imán para descubrir lo que no me hubiera imaginado nunca. Una feria. Si señor, con su carrusel, sus puestos de comida , de textiles y lo más asombroso de todo es que todas esas cosas que nos encontramos en las ferias están hechas de algodón de azúcar. Y mientras mi yo imaginario se da una vuelta por la feria de algodón, el campo azul donde esta ubicada, empieza a coger otro color más oscuro y más oscuro y después de 3 vueltas en el carrusel de algodón, el campo de color azul claro se volvió azul oscuro, casi negro. Ya no se distinguen ni las isletas, ni las ovejitas con su pastor, ni la feria de algodón de azúcar. Pero si distingo en lo alto de este campo azul oscuro, como tímidamente las luciérnagas encienden sus lamparitas resplandecientes rodeando a su luciérnaga reina. Están parpadeando inquietas por el espectáculo que le tienen preparado. El momento del espectáculo dedicado a la reina blanca a llegado y las luciérnagas empiezan a dibujar con sus lucecitas figuras y formas, para el deleite de su majestad. Algunas hasta sacrifican su vida y se tiran al vacío dándole al espectáculo un toque melodramático. Y yo, pobre mortal, no puedo hacer otra cosa que mirar y disfrutar de uno de los pequeños placeres de la vida.

Que pena, que ya no contemplamos tu inmensidad celeste,
Que pena que el respeto y el amor por ti fenece,
Tú, cielo infinito de infinito azul hipnotizante,
Ya no encuentras sitio en nuestro corazón y nuestra mente.

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