De repente y sin saber cómo, delante de sus ojos se materializó de la nada un gran comedor o mejor dicho, Manolo se había materializado encima de una silla muy confortable de un gran comedor. Delante de él tenía un plato de porcelana vacío, que descansaba encima de una mesa rectangular, presidida por una gran y apetitosa pieza de jamón currado. A la derecha, sobre un pañuelo color marfil bordado con hilo dorado, descansaban dos cuchillos y una cuchara. A la izquierda, encima del mantel de las mismas características que la servilleta, reposaban dos tenedores y delante del plato, una cucharadita. Un poco más adelante, ligeramente hacia la derecha había una copa y un vaso.
Un suave carraspeo le sacó del asombro, avisándole de que no estaba solo en la sala. Dirigió su mirada hacia el punto de procedencia del sonido e instintivamente sonrió. Una joven y guapa camarera vestida al más puro estilo colonial le miraba y le sonreía. Manolo educadamente le devolvió la sonrisa, mientras le hacía una señal con la mano que se aproximara. La camarera se acercó rápida y obediente a la mesa presentándole una botella de Rioja de 1960, que el hombre, sin vacilar, rehusó. La joven, contrariada, giró sobre sus talones y desapareció por una gran puerta abatible que se hallaba a su izquierda. Tardó unos segundos en volver sujetando entre sus pequeñas manos una botella empañada de champan que Manolo rechazó de la misma manera que el vino. Sin dudar un segundo la muchacha desapareció por la misma puerta para volver con una botella de refresco de naranja.
Manolo asintió con la cabeza agradecido, y la camarera satisfecha se apresuró a llenar el vacío del vaso que estaba encima de la mesa. Manolo le agarró torpemente y le vació de un trago. La camarera volvió a llenar el vaso, dejó la botella al lado y desapareció otra vez por la puerta abatible. Manolo se quedó mirando fijamente el jugo naranja sin saber que pensar sobre lo que estaba ocurriendo. Todo esto le parecía muy extraño sin embargo no se sentía extraño, se sentía bien e increíblemente relajado. La muchacha no tardó en reaparecer con la misma maravillosa sonrisa sobre sus labios como obsequio y sosteniendo elegantemente una fuente con las dos manos.
-Pato al orange, -indicó.
Manolo miró el plato con escepticismo y acto seguido le rechazó con la mano. Sin perder la sonrisa, la camarera desapareció como una flecha volviendo con la misma celeridad con otra bandeja.
-Escargots de Bourgogne, -presentó el plato.
La disgustada mirada de Manolo habló con la cristalinidad del agua de un manantial recién parido. La camarera asintió y le guiñó el ojo cómplice, se dio media vuelta y desapareció con la misma velocidad que antes por la puerta abatible. Como las veces anteriores tardó muy poco en volver, y cuando se postró delante de Manolo enseñándole el plato no pudo reprimir un suspiro de alivio al ver la cara de satisfacción del comensal. Había acertado:
-Bocadillo de salchichas.
Manolo le regaló una muy amplia y entusiasmada sonrisa, mientras le arrancaba de las manos el plato. Empezó a hincarle el diente con avidez, recuperando de vez en cuando las migajas que se le caían encima del plato. La camarera se retiró despacio hasta la puerta abatible donde se quedó esperando que Manolo acabara de engullir. No tuvo que esperar demasiado, el bocata desapareció de las manos del huésped en menos de dos minutos. La camarera se le acercó tímidamente pero volvió sobre sus pasos obedeciendo el gesto de Manolo que se retirara. El hombre estaba feliz, o por lo menos era la interpretación exacta de las líneas que se dibujaron sobre su cara. Hacía mucho tiempo que no se sentía así, ya no se acordaba cuanto, si un año, si dos o diez.
El tiempo no pasaba para él como para todos los demás. La fantasía y la realidad ya no aparecían como antónimos en el diccionario de su existencia, hasta llegaron a convertirse más bien en sinónimos de supervivencia, en dos ingredientes principales, aminorantes de los efectos secundarios de las bofetadas que le propinaron la vida. Poco a poco los parpados de Manolo empezaron a bajar inconscientemente y el hombre y sus confusos pensamientos se sumergieron otra vez en el mundo anestésico de los sueños, un mundo donde no había dolor, donde no había hambre, donde no había frío, ni gestos o comentarios, ni miradas o patadas. Era su mundo, un mundo que había creado inconscientemente como coraza protectora de todo lo que le rodeaba, bueno o malo.
No era un borracho, no era un vago, simplemente había nacido bajo una estrella que había muerto el mismo día de su nacimiento. Lo había intentado todo en la vida, lo había dado todo y ella, la vida, le arrebató todo en cinco segundos. Desde el accidente no había levantado cabeza, empezó a vagar por las calles buscando lo perdido, pero sin éxito, nadie se parecía a las dos niñas y a la mujer que salían en la foto que guardaba al lado de su corazón. Mientras llenaba las alcantarillas con sus lágrimas, mientras que el viento susurraba sus nombres y las nubes dibujaban sus rostros en el cielo, se dio cuenta que lo que había perdido solo lo podía recuperar de una sola y única manera.
En el callejón de detrás de la iglesia, su casa desde hacía ya más de dos años, sobre su cama improvisada de cartón, Manolo yacía tendido, con la foto de su familia en una de las manos, con los ojos cerrados y semblante feliz. El reflejo blanquecino de una luna nueva en el charco de agua cristalizada por las bajas temperaturas, anunciaban un largo y duro invierno. Pero no para Manolo, para él había acabado esa misma noche, la noche que comenzó el viaje hacia el encuentro con lo que tanto tiempo buscó y desde luego no podía partir con el estomago vacio, se volvía bastante gruñón cuando tenía hambre.
Me ha encantado el cuento!!! Deja como un sabor agridulce... Un beso.
ResponderEliminarUn relato magnífico con un personaje con muchísima fuerza. al final no sabemos si sentirlo
ResponderEliminarBesos
Hola Sheol.
ResponderEliminar"...había nacido bajo una estrella que había muerto el mismo día de su nacimiento"
Me ha encantado. Un abrazo
Duro y tierno.
ResponderEliminarUn abrazo
Como funciona cada cabeza, no lo sabemos, ni tampoco hacemos mucho por intentarlo.
ResponderEliminarUn relato triste, pero así es la vida..
Un saludo, amigo.
¡Hola Sheol! coincido con alter ego; te deja este relato un sabor agridulce. Curiosa narración sin duda e interesante la trama que discurre entre este hombre aciago y la camarera. Me ha gustado, nos llevas poco a poco hacia ese desenlace ingrato. Un saludo
ResponderEliminarLos mejores bocados son los más sencillos, los gourmets xon unos snobs que comen bocados minúsculos de cosas de nombres imposibles, como la comida casera no hay nada
ResponderEliminarUn abrazo
Querido Sheol que tal?
ResponderEliminarCreaste un relato doloroso pero muy bello a la vez, muy bien narrado. Ese hombre cuya estrella murio el dia de su nacimiento, vivia su propio calvario. Te felicito por la sensibilidad que emana de tu cuento.
Un abrazo.
me gusto, por un momento pensé que se trataba mas de un suceso real que el de un cuento. Solo que supongo que la mecerá debió saber su historia, para no hacer ninguna rabieta con todas las negaciones que el personaje hizo.
ResponderEliminarSaludos ;)
Tus cuentos siempre son muy realistas. Y lo que más conmueve de éste, es que habrá tantos casos como el de Manolo, que suelen acabar del modo más esperado y previsto: sucumbiendo al dolor y a la desesperanza.
ResponderEliminarun abrazo Sheol13
Que bonito y que triste al mismo tiempo, lo sencillo siempre es mejor. Besos.
ResponderEliminarTriste y emocionante. Un viaje que he seguido con el protagonista hacia su fin.
ResponderEliminarFelicidades, majete.
Un beso.
Mil besos y feliz pascua con mucho amor y paz.
ResponderEliminarhttp://www.mydisplay.ws/imagenes/feliz-pascua-6.gif
Un estupendo relato, aunque triste y a la vez real. he conocido varios hombres muertos el mismo día de su nacimiento, pero que a pesar de todo quisieron luchar.
ResponderEliminarGracias por el aprecio que me demuestras, ami también me ocurre lo mismo, me hace feliz haberte conocido.
Con ternura te dejo mi beso de Pascua
Sor.cecilia
Me ha encantado, leer el relato era como estar presente en una mesa al lado de Manolo.
ResponderEliminarUn beso!
Hola Sheol, me ha encantado como siempre,muy bien contado.
ResponderEliminarUn abrazo!
Muy bueno el relato, y triste y tierno y emotivo.... y el final con el que siempre consigues sorprenderme en todas tus historias. Eres genial. Un beso,
ResponderEliminarTristeza y ternura en un relato maravilloso
ResponderEliminarManolo, Manolo. Espero que encuentres lo que buscas allí donde vas.
ResponderEliminarUn saludo.
Triste, pero muy bueno...
ResponderEliminarYo, muchas veces pensé que mi estrella murió; pero, supongo que no es así.
La Estrella de él está escondida, pero saldrá en cualquier momento. Deben ser muy juguetonas...
Un beso.
Fantastico cuento amigo Sheol13, rebosante de ternura y emotividad. Me ha encantado la metafora de la estrella que murió el mismo dia que el nacio. Me descubro ante tí y este texto que invoca el sentir mas noble del ser humano.
ResponderEliminarUn saludo.
Debe ser muy jodido y triste que se te muera la estrella al nacer :/
ResponderEliminarBueno, muy bueno, como siempre :)
Gracias por tus palabras en mi blog.
Buen finde!!!