La crisis
había mermado las relaciones sociales en todos sus aspectos, ya casi nadie
invitaba a nadie a salir a tomarse una copa en los garritos de la ciudad, ya
casi nadie salía a cenar o a comer fuera, ya casi nadie veía a nadie salvo por mera
casualidad. En los barrios obreros del sur de la capital la gente se contentaba
con llegar decentemente a mitades del mes, muchos habían perdido ya sus pisos
por las deudas, otros estaban a punto de perderlos y los más afortunados aun lo
conservaban por el alto precio de quedarse en los huesos. Faltaban 2 días hasta
Noche Vieja y yo no tenía ni donde caerme muerto, otro año más iba a celebrar
la llegada del nuevo año en casa de mis padres. Ese día, sin embargo, mi
destino, mi vida cambiarían de forma brutal, nunca mejor dicho, para siempre. Me extrañó muchísimo que mi amigo Vicente me llamase
ese 29 de diciembre para invitarme a salir por la noche a tomarnos unas copas. ¡Si
no tenía un duro! ¿Le habría tocado la lotería? ¿Estaría currando? No quiso
soltar prenda, así que no insistí, pero a las 9 en punto de la noche, con el
corazón palpitando a ritmos infernales, empujaba la gran puerta de madera de La
Cueva después de 3 años de ausencia. El ambiente me pareció triste, donde antes
la gente hacía cola para entrar por la noche ahora solo 2 personas descansaban
con sus copas a medio consumir en la barra y otra, mi amigo Vicente, ocupaba en
el fondo del Pub la mesa más alejada y oscura. Saludé a la camarera haciendo un
gento hacia Vicente, de que me estaban esperando. Mi amigo se levantó
precipitado para recibirme y me abrazó sin mediar palabra. Su gesto me
sorprendió, tampoco éramos tan buenos amigos. Un poco incómodos, los dos, nos
separamos y nos sentamos en la mesa, él delante de dos copas de Cuba Libre, una
vacía y la otra a medias y yo delante de él y delante de una copa que hacía
años que no me guiñaba el ojo.
-Bloddy Mary
con una pizca de pimienta ¿verdad?
-Tienes
buena memoria, -le contesté dándole un buen sorbo al delicioso néctar. –Dime
qué pasa ¿qué es eso tan importante que me querías contar? –proseguí con cara
de satisfacción.
-No has
cambiado nada, directo al grano.
-Sabes que
no me gusta perder el tiempo con bobadas y esquinazos, aun teniendo de sobra.
–le contesté.
Vicente se
encorvó por encima de la mesa hasta casi tocarme la nariz con la suya y empezó
a contarme con voz casi imperceptible la historia más disparatada que había
escuchado en mi vida.
-Santi
amigo, he hecho algo horrible. Sabes que he acudido a ti porque eres como eres,
porque no juzgas nunca a nadie, porque entiendes a la gente, no eres cotilla y
tampoco chivato, y aunque no hemos sido colegas, colegas, eres el único en el
que puedo confiar.
Asentí con
la cabeza y le animé a que siguiera.
-No sé si lo
sabes, pero hacen ya más de seis meses que Montse y yo perdimos el piso y más
de 3 años buscando curro sin éxito. Cuando nos echaron de casa, mi madre nos
acogió en el pueblo, en la suya, pequeñita de dos dormitorios. Aunque tenía la
casita pagada, no quisimos que se endeudara por nosotros y que por alguna razón
burocrática la pudiese perder, así que
mi mujer y yo decidimos ahorrar en la comida. Nos bastaba con un poco de pan al
día y con ver que por lo menos mi madre y nuestros dos hijos podían acompañar
el pan con un poco de chóped barato. Y aunque yo salía todos los días a mendigar
por el pueblo igual de pobre, en poco tiempo empezamos a notar como las fuerzas
nos empezaban a dejar. Nos quedamos en los huesos. Ya no tenía ni fuerzas para e
ir a mendigar. Y así, arrastrando nuestras míseras vidas y cuerpos llegamos en
víspera de Navidad. En Noche Buena el menú no había cambiado, pero si había
chóped para todos. Cenamos y nos acostamos pronto, mi mujer y yo, sin embargo,
no pudimos pegar ojo, hacía tanto tiempo que no comíamos algo de carne que nos
sentó como una hostia en el estomago. A las 2 de la madrugada aun estábamos
delante de la tele, pidiendo la vez para ir al baño, cuando de repente, delante
del viejo abeto de plástico, apareció de la nada un hombre voluminoso, vestido
de rojo. ¡Un ladrón! –pensé y cegado por el mal de tripas, por el hambre, por
la falta de sueño y de ilusión cogí la lámpara de pie metálico y le propiné un
gran golpe en la cabeza. Fue un impacto bestial que partió por la mitad el cráneo
del gran hombre, que se giró despacito, incrédulo, con la sangre chorreándole
por la cara, empapando la gran barba blanca que reinaba su rostro. Solo pudo
articular un débil “¿por qué?” antes de pegarse el ostión contra el suelo.
Viendo la sangre brotar de su cabeza, mi reprimido apetito animal despertó sin
avisar, me abalance sobre el cuerpo inerte y empecé a lamer y a chupar la
sangre que ese gran cuerpo me regalaba esa noche tan especial. Mi mujer hasta
ahora impasible a todo el acontecimiento, se me unió enseguida. Ahogamos el
hambre enseguida, nuestros estómagos tampoco podían abarcar mucho. Nos dejamos
caer de espaldas, a un lado y a otro del ladrón, sonriendo satisfechos. Cuando
nos recuperamos del orgasmo culinario, decidimos, que lo mejor sería hacerlo desaparecer cuanto
antes. Le llevamos a rastras a la bañera donde le descuartizamos y congelamos
gran parte, menos lo que guardamos para hacer un gran asado esa maravillosa
mañana de Navidad. Limpiamos todo, quemamos la ropa en la chimenea y a las 6 de
la mañana estábamos sentados en el suelo delante del calor del fuego. Pero en
el silencio de la mañana, entre los chasquidos de la lumbre, me pareció escuchar el sonido de unas
campanitas en el jardín. No les di mucha importancia pero como no cesaba, abrí
la puerta y asomé mi curiosidad. Petrificado me quedé delante de los 16 ojos que me miraban con miedo y
curiosidad, pero me recuperé rápido, llamé a Montse, y sin pensárnoslo mucho
soltamos los renos y los metimos en el establo que llevaba años desierto. Cogí
una barra de uña y empecé a desarticular el gran trineo de madera. Apilé la
leña a lado de la puerta de atrás de la casa, menos unos buenos trozos que me los
llevé pa dentro, para la chimenea. Mi mujer todo este tiempo se había quedado
con los renos, que gracias a Dios estaban muy tranquilos. Los niños y mi madre,
despertados por el ruido de mi matinal trabajo bajaron a ver porqué el
alboroto, pero no llegaron a salir, la mayor porque se encontró el gran cacho
de carne en la cocina y sin preguntar a nadie nada empezó a condimentarlo y
prepáralo para asar, y los niños porque
se habían encontrado inesperadamente debajo del árbol unos juguetes que el
desaparecido Papa Noel les había dejado antes de perecer. ¡Si, le he matado
Santi, he matado a Papa Noel, y me da igual! ¡¡¡Me da igual!!! –me grito el
pobre desgraciado en la cara.
Me retiré, secándome
con las manos las gotas de saliva que con sus últimas palabras salpicaron mi
rostro. Estaba anonado, al pobre Vicente se le había ido la pinza, nadie se
creería tan disparate cuento, y yo menos. Miré la copa que tenía delante y la
aparté al visualizar la sangre de la macabra historia.
-Vicente, te
hablaré con franqueza, - le dije al final. Necesitas que te vea un psiquiatra,
estas paranoico, como vas a matar a Papa Noel, si los dos sabemos que no
existe.
-Y que me
dices de esto. – me contestó sacando un saco color rojo, vacio y doblado que
había guardado todo este tiempo debajo
de la mesa.
-¿Qué es un
saco?
-Cierto,
pero es Suyo. De donde crees que tengo dinero para esta ropa, para las copas,
para venir del pueblo y alojarme en un hotel.
-No sé. ¿Te
ha tocado la lotería?
-No tonto,
es por las cosas que me da este saco. Mira, sabía que como cualquier persona
sensata necesitarías pruebas. Pide cualquier cosa y yo te la sacaré de este
saco, así veras de que no miento. Pero no aquí, vayamos al hotel.
Vicente pagó
la consumición y nos marchamos. No les miento, estaba cagado de miedo, no sabía
que creer, no sabía si el tío me mataría al llegar a su habitación o iba a
seguir con su paranoia, pero la curiosidad de cómo acabaría la historia me
empujó a seguirle sin hacer ningún comentario durante el camino. Subimos,
Vicente cerró la puerta, la comprobó dos veces y deposito el saco encima de la
cama.
-Venga pídele
al saco, - me animó y yo para seguirle el juego me acerqué a la cama y
teatralmente dije:
-Quiero un
millón de euros.
-No imbécil,
- me espetó mi amigo, dinero no te va dar, que te crees que no lo he intentado.
Pídele algo material.
-Vale, -le
contesté molesto por su arrebato. –Quiero un portátil de última generación.
El saco se
hincho un poco bajo mis atónitos y desorbitados ojos y Vicente sin esperar extrajo
de entre las telas rojas un portátil con una manzana mordida como logo.
-Bueno que
me dices ¿quieres ser mi socio? –me preguntó.
-¿De qué
exactamente? -le conteste casi sin voz.
- Me costó
averiguar el poder del saco, como estaba vacío al lado del árbol de navidad, no
le di mucha importancia, pero se me ocurrió que si de verdad era Papa Noel al
que había matado ese sería sin duda su saco mágico. Así que lo intente primero
pidiendo dinero como tú, y nada hasta que se le ocurrió a Montse pedir una
plancha. Desde entonces no dejo de sacar cosas del saco y venderlas por
internet. Pero ya no doy abasto, y como ya te he dicho, eres la única persona
fiable que conozco, quiero que seas mi socio.
Me quedé
unos momentos en silencio meditando sobre que debía hacer frente a tan inusual
pero apetecible oferta.
-Me lo tengo
que pensar, le contesté y me dirigí hacia la puerta con la mirada desconcertada
de amigo clavada en mi nuca. Al llegar a la puerta me di la vuelta y con una
gran sonrisa le dije: Me lo he pensado, acepto.
Y así fue
como cambio mi destino y mi vida. Después de unos pocos días con sus noches, trabajando sin parar, los billetes empezaron a sacar el aire viciado de mis
bolsillos. Así que padres, abuelos, niños y adolescentes, si este año Papa Noel no os ha dejado nada
bajo el árbol, culpen a mi amigo
Vicente, es el responsable, sin embargo, de la ausencia de los Reyes Magos me
pueden culpar a mí, ya saben el oro se vende muy bien ahora con la crisis y el
pequeño cofre de Melchor, sinceramente, acabo de comprobarlo, no tiene fondo.
Ah, y para los que se preguntan qué pasó con los renos, pues queridos lectores,
el venado asado está muy rico, así que comprenderán que nos dimos festín tras festín
hasta acabar con ellos. Los camellos aun no sabemos muy bien como prepararlos, se cuenta que tiene la carne un poco dura, ya se nos ocurrirá algo.
Hola querid@s amig@s, feliz día de Reyes. Me quiero disculpar por la longitud de este relato, pero no quiero estropearlo y partirlo en dos o mas partes. Un abrazo.
ResponderEliminarYo lo he disfrutado, mucho más largo de lo habitual, igualmente brillante, algo estrambótico, original y bien narrado, engancha. Fantástica historia disparatada, pero genial. Saludos y feliz año.
ResponderEliminarGenial como siempre. Feliz dia de Reyes. Un abrazo
ResponderEliminarQuierido Amigo Sheoll es siempre un placer leer tu blog por esto no tiene que preocuparte...
ResponderEliminarTe abrazo muy fuerte y feliz dia de Reyes..
Besitos..
Te felicitaría si no fuese porque ahora se la causa de que este año no haya pillado ningún regalo.
ResponderEliminarEn serio, me ha encantado este relato la mar de original, un placer leer estos relatos tuyos amigo.
¡Feliz Día de Reyes!
uyyyyyyyyyyy...qué relato tan impactante...me voy con una sensación agridulce...
ResponderEliminarBESOS!!!
Yo también lo he disfrutado mucho, tienes mucha creatividad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Imperdonable si lo llegas a cortar!
ResponderEliminarMenudo regalo nos hiciste, gracias..
Un beso
Un relato inquietante, podría haber ocurrido de verdad. Retratas la desesperación y la desesperación nos lleva a hacer cosas horribles.
ResponderEliminarEnhorabuena. Espero que hayas pasado un agradable día.
Magnifica historia!!
ResponderEliminarEn el fondo creo que es una historia real, de manera que dejaré de buscar mis regalos de reyes.
Un abrazo
Aggg, me temo que hay un impostor, porque me ha dejado cosas...
ResponderEliminarMuy bueno el relato, he estado totalmente atenta, pero mira que cargarse a Papa Noel...
:) Muchos besos.
jaja
ResponderEliminara mí también me gustó esta historia.
pero seguro que el saco de Papá Noel solo concede cosas materiales? nada de paz, amor, buen rollo y esas cosas que se desean en navidad?
está genial Sheol; tu imaginación es desbordante.
un abrazo
y supongo que los RRMM no te habrán traído muchas cosas, ya tienes los regalos del gran papá...
:))
A mí me ha encantado tu historia...
ResponderEliminar¡Qué suerte haberme topado con un cuentista!
Felicidades y seguimos en contacto.
Ah!, he visto que participas en los premios 20blogs (moi aussi) y te deseo mucha suerte aunque pá mí que ya está todo el pescado vendído.
Besos.
Un relato salvaje y una gozada visual, hay que saber sacar tajada de las circunstancias y más cuando la crisis aprieta, eso le pasa al gordo de barbas por allanar moradas ajenas.
ResponderEliminarUn abrazo
¿No necesitais algùn socio nuevo? maravilloso relato aunque un poco macabro, pero la literatura es màgica. Enhorabuena.
ResponderEliminarun fuerte saludo
fus
Victor, un poco disparata si que lo es.
ResponderEliminarMontse, me alegra verte.
Luna, no me preocupo.
Gerardo, tu y mucho se han quedado sin regalo. Me alegra que lo hayas disfrutado.
Amelia, gracias por hacerme un hueco en tu agenda.
Ana, me alegra escuchar esto.
Mientrasleo, antes lo hacia pero ya no pienso cortar ninguno. De nada.
Candela, ha sido un ida bastante bueno gracias y tienes toda la razón.
ResponderEliminarJavir, yo creo que pierdes tiempo preciosos en buscarlos.
Sakkarah, siempre hay imitadores.
Esilleviana, lo del espirito navideño lo dejo para las películas de Disney.
Towanda, un orgullo y una alegría verte por mi casa, yo también creo que esta ya todo decidido.
Jose, la crisis nos afecta mucho y mas psiquicamente.
Fus, creo que eres un tipo legal, me fiaré de ti, venga contratado.
Gracias a todos por las maravillosas palabras que me han regalado.
Un fuerte abrazo.
Me ha encantado tu historia y tienes razón, publicada en partes habría perdido su chispa. Muy bueno tu relato y muy oportuno, un agridulce relato de Navidad porque no todo van a ser relatos dulces y amilbarados. Por cierto tu música una maravilla, ya lo sabes, es siempre un placer entrar aqui. Por cierto, entonces para las próximas Navidades vamos a tener que empezar a buscarnos a otros personajes generosos y bondadosos para que nos traigan nuestros regalos ..... Un abrazo muy fuerte,
ResponderEliminarTu relato es muy creativo e imaginativo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario dejado en mi blog respecto a la situación que viviste del paro y ahora la experiencia de tu nuevo trabajo, me alegró mucho cuando lo comunicaste en el blog y ya en su día te di la enhorabuena.
Yo tengo algunas páginas de empleo de internet no sé cuales tienes tú ¿me podrías decir si hay alguna interesante?
Mil gracias amigo.
Un beso.
Magnifico relato, he disfrutado mucho leyendolo. Feliz año nuevo, aunque sea un poco tarde.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Sheol, que no me había dado cuenta de que habías actualizado...
ResponderEliminarGenial relato! ahora que he tenido un ratito me ha venido genial para desconectar.
Un abrazo.
Nieves, seguro que habrá muchos imitadores que no te dejaran sin regalo el año próximo.
ResponderEliminarMaria, ahora mismo me paso.
Mariam, nunca es tarde, pero seguro que sabes.
Elena, me alegra que te he sido de ayuda.
Gracias por vuestros comentarios. Un fuerte abrazo.