miércoles, 18 de diciembre de 2024

¡Ay, la Navidad!

¡Ay, la Navidad! 

Esa época mágica del año donde la luz del árbol apenas logra iluminar la oscuridad de ciertos espíritus. Mientras las calles se llenan de luces y los villancicos resuenan por doquier, ahí están ellos: los aguafiestas profesionales, expertos en el arte de convertir cualquier celebración en un seminario de quejas.

Primero, tenemos a los certificados, esos que empiezan con su mantra: "Es que a mí no me gusta la Navidad por eso o lo otro". Sí, ya sabemos que odias el turrón, los villancicos, el espumillón y hasta hasta al Papa de Roma. Lo has repetido tantas veces que Santa está considerando dejarte carbón solo por cansino. Pero, ¿y si este año sorprendes al mundo y disfrutas de algo, aunque sea de un polvo... rón? Piénsalo.

Luego están los profesionales de la ingratitud, los que se quejan de la cesta de Navidad: "¿Solo esto? ¿Un queso y una botella de vino?" Querido desagradecido, ¿acaso esperabas que te incluyeran una estancia en las Bahamas y un vale por un año para cenas de lujo? La cesta es un gesto, no el Plan Marshall. Aprende a sonreír y agradecer aunque solo fuera una bolsa de almendras garrapiñadas.

Pero no olvidemos a los amantes de la jarana destructiva, esos que solo saben “disfrutar” si están abrazados a una botella. Porque, claro, parece que la alegría navideña no puede existir sin un buen coma etílico de por medio. ¿Qué tal si probamos un año sin emborracharnos hasta confundir a Papá Noel con un semáforo? Quizá descubras que el verdadero espíritu navideño no se sirve en copas, con hielo.

Ah, y aquí llega mi grupo favorito: los escapistas emocionales. Para ellos, nada dice "Feliz Navidad" como huir de casa para una fiesta con los amigos, dejando al pobre abuelo mirando el televisor apagado porque no sabe usar el Smart TV y a la abuela cocinando para una legión. Noticias frescas: el mejor fiestón no es el que tiene más ponche y reguetón, sino el que tiene más corazón, anécdotas viejas de un viejo cascarrabias y una abuela preocupada si ya comiste suficiente.

Y, por supuesto, están los quejicas filosóficos: "Es que la Navidad es demasiado comercial. Solo consumismo." Ah, sí, lo dices mientras sostienes tu smartphone de última generación, ese que te regaló el consumismo el mes pasado. ¿Podemos hacer un trato? Tú bajas un poco tu nivel de cinismo, y yo prometo no obligarte a comprar una bufanda nueva o unos calcetines navideños.

En resumen, si algo me molesta de la Navidad, no son las luces brillantes ni los villancicos repetitivos, sino esa gente que parece empeñada en ser el Grinch (con todo mi cariño por el personaje) del siglo XXI. La Navidad es lo que haces de ella. Puedes disfrutarla con risas sinceras, abrazos y comerte un mazapán o alguna que otra galleta, o puedes pasarte el mes entero encendiendo el fuego de tu propio mal humor.

Pero ¿sabéis qué? Que se quejen, si no pueden vivir de otra manera. Que refunfuñen, que gruñan, que tiren su bilis navideña al viento. Tú y yo seguiremos disfrutando, cantando villancicos desafinados, comiendo turrón como si no hubiera un mañana y abrazando a nuestros seres queridos. Porque, al final del día, la Navidad es un regalo. Y si hay algo más navideño que aguantar con una gran sonrisa a los quejicas, aún no lo he descubierto.

Felices fiestas a todos... incluso a los que se sienten aludidos y ahora mismo están pensando si insultarme o amarme...

¿Solo me molesta a mi?...


2 comentarios:

  1. Te aplaudo porque has hecho una entrada muy sincera y me identifico con ella. La Navidad, la mejor fiesta, es la que disfrutamos con una sonrisa a nuestros familiares y amigos, y a esa abuela que como bien dices se muestra a veces cansina aunque maravillosa diciendo si hemos comido suficiente, eso es amor … Lo demás lo llamaremos como cada uno quieras.
    Te deseo que disfrutes de estas fiestas como de lugar y como desees. Un abrazo.

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